Vivir en positivo es enfocarnos en vivir centrados en el núcleo de la vida. Vivimos en positivo cuando, en los momentos difíciles, poder vivir nuestras capacidades, y mantenernos fuertes es vivir en positivo. Nadie puede vivir lo que no tiene. No podemos dar ternura, si no tenemos ternura. No puede ser paciente el impaciente.
Vivir en positivo no se improvisa. Hay que poner atención en aprender, poniendo nuestro enfoque en nuestro interior. Eso está al alcance de todo el mundo. Pero no todo el mundo está dispuesto a aprender o deshacer lo mal aprendido.
Es una cuestión de sentirse lleno de vida, fuerte para levantarse aún en las dificultades.
Con frecuencia los padres llenan su agenda y la de sus hijos con multitud de actividades, que le ocupan todo el tiempo. Lo que realmente necesitamos para educar y ser personas felices es tiempo. Tiempo de calidad y tiempo en cantidad. Tiempo para compartir, para estar juntos y estar atentos al surgir de la vida.
Si ponemos el enfoque en hacer, dejamos poco tiempo para ser. Las depresiones en los niños y adolescentes, en muchos casos es falta de calidad en las relaciones familiares.
Ser positivo es aprender a perder el miedo, a no seguir lo que todo el mundo hace. En mi experiencia trabajando con adolescentes, lo que más agradecen son que los veas como son en su fondo y que los reflejos que les hagas sean oportunos y justos. Es decir, que seas auténtico.
Valoran el tiempo que compartes, y que te centras en lo esencial de la vida. Si estás feliz irradias felicidad, si estás con paz irradias paz. Si disfrutas con tu tiempo compartido, haces disfrutar del tiempo que están a tu lado. Y esto es una cuestión de compromiso, y de poder compartir la vida con otros que viven así.
Si tenemos miedo a quedarnos en silencio, sino sabemos que hacer con los espacios vacíos de actividad, quizá sea el momento de preguntarse por qué.
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