NI GRITAR NI AMENAZAR ES EDUCAR

Ni gritar ni amenazar es educar. Es muy triste tener que recordarlo, pero en pleno siglo XXI, tan tecnológicos y avanzados, educadores, padres y profesores, tenemos el peligro de no pararnos. Si no nos paramos, cometeremos errores. Educar no es cualquier cosa. Educar es acompañar en el camino a nuestros menores, en los años más especiales de sus vidas. ¿Con qué objetivo? Con la finalidad de que se conviertan en los hombres y mujeres cabales, sólidos, libres y auténticos que se necesitan en nuestro mundo.

Felices por ellos mismos, pero también eso repercutirá en todos los que se relacionen con ellos. No queremos dirigentes tiranos, pero existen en menor y mayor escala. Tienen que saber nuestros menores, como manejarse en medio de personas así. Una mirada amenazante, puede matar a un niño, y entrar en mutismo durante muchos años de su vida.

La educación con presión, con miradas amenazantes, y sin ternura no es educación. Es cierto que hay que ser claro, rotundo y contundente, pero también y sobre todo con nuestro ejemplo, nuestra vida y nuestras actitudes.

La diferencia entre la firmeza y la dureza es para muchos educadores difícil diferenciarla. La firmeza, conlleva claridad, autenticidad y ternura.

Ser firme no es ser frío. Es ayudar a que el niño o el adolescente, nos escuche en un tono emocional capaz de entender. Ser firme, no es ser hiriente, es poner límites que se adecúen a la edad y a los hechos o actitud que queremos ayudar a corregir. No por el bien nuestro (que nos dejen tranquilos), sino por el bien suyo en primer lugar ( que puedan avanzar). Si no estoy capacitado en ese momento para hablar con calma, y voy a perder los papeles, entonces mejor esperar buscar otro momento.

Ser firme, no conlleva, humillar, destacar el error. Ser firme trae consigo una escucha de que estrategia será la mejor para que me entienda. Incluso, será bueno compartir o consultar si ese camino que estamos siguiendo es el adecuado.

¿Y la ternura? La ternura no se improvisa, porque nace de una mirada profunda. Y esa mirada profunda capaz de ver más allá de la apariencia, se cultiva con compromiso, y humildad. Firmeza y ternura, es lo mejor que podemos dar a los demás. Eso es educar, caminar a su lado.

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