Ayudar a nuestros hijos a ser realistas es fundamental. No hay crecimiento personal, ni seguridad sin pisar la realidad. A veces nos preguntamos, si será bueno que nuestro hijo sepa cual es la realidad por la que atraviesa su familia. Dudamos si evitar decirles, los aspectos que creemos puede hacerles sufrir. ¿Son demasiado pequeños todavía?.
Una enfermedad de un miembro de la familia, que los recursos económicos son limitados, que las personas mueren, que sus padres sufren y cometen errores…¿A qué edad? Realismo siempre.
Mantener a los hijos fuera de la realidad lo único que consigue es que sean intolerantes a la realidad, a las frustraciones, que sean caprichosos, engreídos, que no midan sus fuerzas, cómodos, ilusos.
La realidad nos hace crecer, asimilar, gestionar, poner el acento en lo realmente importante. Hemos pasado de una época en la que se nos decía que la letra con sangre entra o en la que no se hablaba más que de esfuerzo y exigencia a llevar a los hijos como en una nube de algodón para que no sufra. Y la consecuencia es que no les ayudamos, ni enseñamos a vivir.
¿A qué edad se le dice a un hijo que su hermano tiene dificultades para entender o caminar?¿Qué su abuelo ha muerto?¿Qué su mamá ha tenido un mal día en el trabajo y está agotada? ¿Qué han despedido a papá del trabajo? ¿Qué no vas a comprarle el móvil de última generación porque hay cosas que son prioritarias y no será más feliz?.
Las cosas se dicen cuando la realidad las trae. Hay que verbalizarlas, hablarlas, pero sobre todo estando cerca, con actitud positiva. No hay nada que ayude más que aprender a ser mejores cuando la vida nos trae dificultades. Sin dificultades no tenemos la oportunidad de medir nuestro valor.
La realidad familiar en la que crecen los hijos es la oportunidad para desarrollar sus capacidades y su personalidad. Nuestra realidad familiar, nos hace, nos va formando. Pisar la tierra nos impulsa, es donde mejor podemos coger carrerilla.
Ahora bien, no es desahogarnos con nuestros hijos para que soporten nuestros problemas, no es cargar a nuestros hijos con nuestros asuntos por tratar, no es cargar a nuestros hijos con nuestras responsabilidades. No es, no dejarlos vivir su infancia y su adolescencia o hacerlos sentir culpables por ello. El adulto eres tú. Cada quien tiene que vivir su etapa, su momento. No queremos miniadultos. Queremos hijos felices que vivan cada etapa de su vida pero con realismo.