El silencio puede ser una experiencia de crecimiento porque nos ayuda a conectar con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con la trascendencia. El silencio no es solo la ausencia de ruido, sino la armonía que se crea cuando estamos atentos, receptivos y abiertos a lo que nos rodea y a lo que hay dentro de nosotros. En la medida que todo esto ocurre, el silencio es una experiencia de crecimiento.
Nos permite cuestionar nuestras rutinas, nuestras certezas, nuestras creencias y nuestras actitudes que nos limitan o nos impiden avanzar. Nos eleva el punto de mira, nos hace ver más allá de lo superficial. Nos hace traspasar de lo material a lo espiritual. Nos hace dejar espacio para que el otro, sea una persona, una realidad o Dios, pueda ser y expresarse. Nos hace ser empáticos, comprensivos, respetuosos y solidarios. Nos ayuda a estar más atentos a nuestra intuición.
Si no estás acostumbrado a hacer silencio puede ser que en un comienzo se te haga difícil y costoso.
El silencio es un buen camino para recobrar las fuerzas del camino, para aquietar el exceso de aceleración o de cargas emocionales que arrastramos, para purificarnos de las toxicidades de las que nos vamos cargando. El silencio ayuda a crear la consciencia de quienes somos, para que tienen sentido nuestra existencia. Nos ayuda a diferenciar lo esencial de lo circunstancial.
Te propongo el silencio para ser y crecer.